Editorial

León XIV, un pastor para otra nueva revolución

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Poco después de las seis de la tarde del 8 de mayo, la fumata blanca que comenzó a visibilizarse desde la chimenea instalada en la Capilla Sixtina anunciaba que la Iglesia contaba con un nuevo Papa: León XIV.



El 267º sucesor de Pedro es Robert Francis Prevost, un agustino estadounidense de 69 años nacido en Chicago, que llegó a ser prior general de la Orden durante doce años, con una probada experiencia misionera que le llevaría a convertirse en obispo de la diócesis peruana de Chiclayo.

Hace dos años, Francisco le fichaba para convertirse en el prefecto del Dicasterio para los Obispos, un cargo de confianza plena que implicaba departir semanalmente con el Pontífice fallecido.

La rapidez con la que se resolvió el cónclave, con apenas 24 horas de desarrollo técnico y cuatro votaciones, no solo habla de una sólida unidad en el colegio cardenalicio. A la par, se rompía con una relato distorsionado que se ha intentado imponer durante la era Francisco y, especialmente, en el transcurso de las congregaciones generales.

De esta manera, se buscaba trasladar la idea tanto a los cristianos como a la opinión pública de la existencia de una división manifiesta en el seno de la Iglesia, con una mayoría que reprobaría el pontificado de Jorge Mario Bergoglio.

De ser así, habría sido materialmente imposible alcanzar en tan poco tiempo el consenso en torno a la figura de Prevost, un hombre que siempre se ha identificado con la reforma sinodal de Bergoglio y que gozaba de su respaldo explícito.

Prueba de que se trata de un hombre de Francisco es el complot mediático organizado por ciertos grupos nostálgicos para minar su candidatura, acusándole falsamente de una errada gestión como pastor de un caso de abusos. Afortunadamente, esa campaña de ‘fake news’ fue orillada por los electores.

Robert Prevost, papa León XIV

Y es que, como ha podido confirmar ‘Vida Nueva’, desde el primer sondeo en la Sixtina, el hoy papa León XIV estuvo a la cabeza hasta tal punto de que prácticamente abrazó los dos tercios preceptivos en la tercera votación. Y, en la cuarta, arrasó.

Así pues, quienes plantearon este cónclave como un referéndum a la gestión de Francisco, dieron al traste con su estrategia, porque ni tan siquiera hubo lugar en el encierro púrpura a negociar con lobbies geográficos e ideológicos para buscar un candidato alternativo. Porque el consenso azuzado por el Espíritu Santo pasaba y pasa por respaldar las reformas emprendidas por el primer Papa latinoamericano de la historia.

Plena adhesión

Así lo ha verbalizado el propio Prevost en su estreno como obispo de Roma. En su primera bendición ‘urbi et orbi’, amén del llamamiento a la paz, hizo suyo tanto el “caminar juntos” como la acogida a todos. Al reencontrarse con los cardenales en el Aula Nueva del Sínodo, reivindicó la “plena adhesión” al Concilio Vaticano II desde el desarrollo “magistral” de la vía emprendida por ‘Evangelii gaudium’.

Una apuesta a desarrollar ahora con acento agustiniano, desde una tradición viva tanto en la patrística como en la liturgia, y con el sentido de comunidad como eje. Pero, sobre todo, desde la impronta personal de Robert Prevost, aquel que fue llamado lo mismo a revitalizar un carisma que a descubrir pastores con olor a oveja de manera efectiva y afectiva.

León XIV no es una copia de Francisco ni tiene que serlo. Su mirada evocadora a León XIII, el papa de la Doctrina Social, que supo responder a los desafíos de la Revolución Industrial poniendo en el centro la dignidad de los trabajadores, le lleva a comprometerse con esas otras revoluciones sociopolíticas y económicas de hoy, los gozos y las sombras de la mujer y el hombre de hoy, que se mueven entre la inteligencia artificial, las migraciones, el cambio climático, la Tercera Guerra Mundial por fascículos…

Y así se presentó al mundo desde la logia de las bendiciones: “Queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que busca siempre la paz, que busca siempre la caridad, que busca siempre estar cerca, especialmente de aquellos que sufren”. ¡Bienvenido, León XIV!

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