León XIV a los seminaristas: “Dejaos ayudar”, pues “de esas heridas nacerá la capacidad de estar cerca de los que sufren”

  • En su Jubileo, el Papa aplaude que hayan aceptado una “fascinante aventura” en “un momento que no es fácil”
  • La hoja de ruta vocacional de Prevost está clara: “Jesús debe aumentar y nosotros disminuir”
  • “No hay que esconder las crisis, los límites, las fragilidades, sino que son ocasiones de gracia”

León XIV en la audiencia por el Jubileo del Deporte

En la mañana de este martes 24 de junio, la Basílica de San Pedro ha acogido uno de los puntos culminantes de la celebración del Jubileo de los Seminaristas: el encuentro de miles de ellos, llegados de todo el mundo junto a sus formadores, con el papa León XIV.



Una oportunidad que Prevost ha aprovechado para dirigirles unas palabras de aliento a los futuros sacerdotes, agradeciéndoles especialmente “vuestra alegría y entusiasmo”. Una “energía” con la que “aviváis la llama de la esperanza en la vida de la Iglesia”.

Testigos de esperanza

Como ha destacado el Pontífice estadounidense-peruano, “hoy no sois solo peregrinos, sino también testigos de esperanza: dais testimonio ante mí y ante todos, porque os habéis dejado implicar en la fascinante aventura de la vocación sacerdotal en un momento que no es fácil. Habéis aceptado la llamada a convertiros en anunciadores mansos y fuertes de la Palabra que salva, servidores de una Iglesia misionera abierta y en salida”.

De este modo, “a Cristo, que os llama, le estáis diciendo ‘sí’, con humildad y valentía; y este ‘aquí estoy’ vuestro, que le dirigís a Él, está germinando dentro de la vida de la Iglesia y va acompañado del necesario camino de discernimiento y formación”.

De un modo más profundo, “Jesús, lo sabéis, os llama ante todo a vivir una experiencia de amistad con Él y con los compañeros sacerdotes”. Una vivencia que debe “crecer permanentemente, incluso después de la ordenación, y que implica todos los aspectos de la vida”.

La lógica del grano de trigo

Porque “no hay nada en vosotros que deba ser descartado, sino que todo debe ser asumido y transfigurado en la lógica del grano de trigo, para llegar a ser personas y sacerdotes felices, ‘puentes’ y no obstáculos al encuentro con Cristo para todos los que se acerquen a vosotros”.

En definitiva, se trata de que “Él debe aumentar y nosotros disminuir, para que podamos ser pastores según su corazón”. Un punto que León XIV ha aprovechado para citar a “nuestro amado papa Francisco”, cuya encíclica ‘Dilexit nos’, centrada en el corazón de Cristo, recalca que, “en este tiempo de formación y discernimiento, es importante dirigir vuestra atención al centro, al ‘motor’ de todo vuestro camino: ¡el corazón!”.

Así, “el seminario, sea cual sea su concepción, debe ser una escuela de los afectos. Hoy, en particular, en un contexto social y cultural marcado por el conflicto y el narcisismo, necesitamos aprender a amar y a hacerlo como Jesús”.

Trabajar la interioridad

Y es que, así “como Cristo amó con corazón de hombre, ¡tú estás llamado a amar con el corazón de Cristo! Pero, para aprender este arte, debes trabajar sobre tu interioridad, que es donde Dios hace oír su voz y de donde parten las decisiones más profundas”.

Eso sí, no se puede obviar que este “es también un lugar de tensiones y de luchas, que hay que convertir para que toda tu humanidad huela a Evangelio”. En tal tarea, “el primer trabajo debe hacerse, pues, en la interioridad. Recordad bien la invitación de san Agustín a volver al corazón, porque es allí donde encontramos las huellas de Dios. Bajar al corazón a veces puede asustarnos, porque en él también hay heridas. No tengáis miedo de cuidarlo, dejaos ayudar, porque precisamente de esas heridas nacerá la capacidad de estar cerca de los que sufren”.

Leon XIV

Para Prevost, es un hecho que, “sin la vida interior, ni siquiera la vida espiritual es posible, porque Dios nos habla ahí mismo, en el corazón”. Por ello, “parte de este trabajo interior es también el entrenamiento para aprender a reconocer los movimientos del corazón: no solo las emociones rápidas e inmediatas que caracterizan al alma joven, sino sobre todo tus sentimientos, que te ayudan a descubrir la dirección de tu vida”.

Sin máscaras

Una senda vital marcada por la sencillez y la pasión evangélicas: “Si aprendes a conocer tu corazón, serás cada vez más auténtico y no necesitarás ponerte máscaras. Y el camino privilegiado que nos conduce a la interioridad es la oración: en una época en la que estamos hiperconectados, cada vez resulta más difícil experimentar el silencio y la soledad. Sin el encuentro con Él, ni siquiera podemos conocernos verdaderamente a nosotros mismos”.

Aquí, el Papa ha ofrecido a los futuros sacerdotes otro consejo que ha marcado su propia vocación: “Os invito a invocar con frecuencia al Espíritu Santo, para que plasme en vosotros un corazón dócil, capaz de captar la presencia de Dios, también escuchando las voces de la naturaleza y del arte, de la poesía, de la literatura y de la música, así como de las humanidades”.

En ese “saber escuchar con mente y corazón abiertos las voces de la cultura”, deben ser capaces de poder responder a “los recientes desafíos de la inteligencia artificial y de los medios de comunicación social”.

Un grito silencioso

Pero, “sobre todo, como hizo Jesús, sabed escuchar el grito, a menudo silencioso, de los pequeños, los pobres y los oprimidos, y de tantos, especialmente los jóvenes, que buscan un sentido a sus vidas”.

Así, de un modo natural, sabrán “aprender a discernir”. Lo que labrará su interioridad hasta alcanzar, poco a poco, la madurez: “Cuando somos jóvenes, llevamos dentro tantos deseos, sueños y ambiciones. A menudo, el corazón está abarrotado y nos sentimos confusos”. Pero, “siguiendo el modelo de la Virgen María, nuestra interioridad debe llegar a ser capaz de guardar y meditar”.

Desde esta actitud, podrán ayudar a los demás y “progresar en la madurez humana, especialmente afectiva y relacional. Es importante, más aún, necesario, desde el seminario, centrarse mucho en la madurez humana, rechazando toda mascarada e hipocresía. Manteniendo la mirada en Jesús, debemos aprender a dar nombre y voz incluso a la tristeza, al miedo, a la angustia, a la indignación, llevando todo a la relación con Dios”.

Una experiencia pascual

Desde esa autenticidad y desde esa aceptación de las propias deficiencias, León XIV ha enfatizado que “no hay que esconder las crisis, los límites, las fragilidades, sino que son ocasiones de gracia y de experiencia pascual”.

Hasta el punto de que, “en un mundo donde a menudo hay ingratitud y sed de poder, donde a veces parece prevalecer la lógica del descarte, estáis llamados a testimoniar la gratitud y la gratuidad de Cristo, la exultación y la alegría, la ternura y la misericordia de su Corazón. A practicar el estilo de la acogida y de la cercanía, del servicio generoso y desinteresado, dejando que el Espíritu Santo ‘unja’ vuestra humanidad incluso antes de la ordenación”.

El Pontífice ha cerrado su intervención con la enseñanza de que, en la búsqueda de su “tarea”, la principal es “la de no rebajarse nunca, la de no ser meros receptores pasivos, sino apasionarse por la vida sacerdotal, viviendo el presente y mirando al futuro con corazón profético”.

Noticias relacionadas

OSZAR »