Firmado en La Habana este domingo 15 de junio, solemnidad de la Santísima Trinidad, la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC), presidida por Arturo González Amador, prelado de Santa Clara, ha publicado un mensaje con motivo del Año Jubilar de la Esperanza.
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Definido como “un tiempo de gracia y bendición”, los pastores cubanos recuerdan que “la fe en el Señor Resucitado y la confianza en sus promesas son imprescindibles para poder dar testimonio de la esperanza”. Aunque, aterrizándolo en la realidad global, en un tiempo marcado por conflictos de todo tipo, son “conscientes” de que “el mensaje de esperanza se enfrenta con el enorme desafío que representan las innumerables situaciones de dolor, guerras, desigualdades e injusticias que vemos en el mundo”.
Aprisionados por la incertidumbre
Una crisis que también ven encarnada en su ámbito nacional, pues observan que “también entre nosotros son muchos los que viven desesperanzados, aprisionados por la incertidumbre y la confusión ante un presente dramático y un futuro que no se acaba de ver con claridad, porque se tiene la impresión de que hemos perdido los resortes, el dinamismo y la voluntad para cambiar las durísimas condiciones de vida del pueblo”.
Un párrafo ciertamente significativo y que muestra a las claras las muchas privaciones que sufre la sociedad cubana. Un drama que, a continuación, los obispos detallan hasta el más mínimo detalle: “Cuando la cotidianidad obliga a la búsqueda afanosa de los bienes primarios; la falta prolongada de corriente eléctrica afecta el descanso y paraliza el estudio y el trabajo; las familias se fragmentan cada vez más por la emigración creciente; y el desencanto y la apatía se apoderan de tantos, agobiados por la repetición de promesas que no se concretan nunca… Cuando todo esto nos invade el alma, el horizonte de la esperanza se desdibuja y la tristeza se apodera de nuestros corazones”.
Sin embargo, pese a tal caudal de dolor, los prelados insisten en levantar el ánimo de su gente, pues “con desesperanza y sin alegría no hay futuro para ningún pueblo”. Y es que, si bien “es verdad que la Iglesia sabe y proclama siempre que Jesucristo Resucitado es la fuente y la meta de la verdadera esperanza”, también “es deseable, legítimo, digno del hombre, que todo ser humano pueda vivir y trabajar en paz, realizar sus sueños personales y familiares, progresar integralmente cada vez más”.
La búsqueda del bien común
Porque, “si las personas pueden crecer y desarrollar sus potencialidades, es más fácil motivar la búsqueda y el esfuerzo del bien común, ese que parece cada vez más lejano de tantos hermanos nuestros, sobre todo, los pobres, los ancianos solos y abandonados, los que duermen o deambulan por las calles, los que buscan comida diariamente en los contenedores de basura, los que no logran dormir en las interminables noches de apagón, los padres de familia agobiados por el futuro incierto que vislumbran para sus hijos, los que están resentidos o rotos y se vuelven cada vez más violentos, los que no sienten que pueden expresar libremente sus convicciones, los que se enrolan en el alcohol, las drogas y otras adicciones…, carentes de amor y vaciados de esperanza”.
“¿Cómo revitalizar la esperanza de tantos cubanos?”, se pregunta el Episcopado. Y, para buscar la senda a seguir, reclama “el concurso y la responsabilidad de todos los hijos de esta tierra, sin exclusiones ni respuestas preconcebidas o ideológicas. Esta inquietud ha acompañado los reiterados mensajes que los obispos católicos de Cuba hemos dirigido en las últimas décadas, con el único deseo de servir al bien común de la patria, estimulando la escucha respetuosa de todos los que, amando la tierra donde han nacido, desean aportar, con sus competencias y potencialidades, a la construcción de una nación más próspera, justa y feliz”.
En este sentido, “la diversidad de puntos de vista es una necesidad y una riqueza cuando se busca el interés más grande de la patria, por encima de los intereses particulares”. Así, “muchos entre nosotros, creyentes o no, y en todos los ámbitos de la vida de la nación, están cada día luchando, amando, sirviendo, incluso con abnegación y sacrificio, por un futuro mejor para el país”.
Para “cambiar el rumbo de esta situación”, los pastores, en primer lugar, parte de la escucha. Y esta les deja una evidencia insoslayable: “En todos los lugares de la geografía nacional, para los oídos atentos y respetuosos del sufrimiento del prójimo, se escucha continuamente que las cosas no están bien, que no podemos seguir así, que hay que hacer algo para salvar a Cuba y devolvernos la esperanza”.
Llamada a las autoridades
Este “reclamo” es “una invitación a todos, pero fundamentalmente a los que tienen responsabilidades más altas a la hora de tomar decisiones para el bien de la nación”. De ahí la llamada al régimen comunista a que no mire para otro lado: “Es el momento de crear un clima, sin presiones ni condicionamientos internos y externos, donde se puedan llevar adelante los cambios estructurales, sociales, económicos y políticos que Cuba necesita”.
Por su parte, los obispos reiteran su voluntad de “tender puentes y trabajar por un ambiente de auténtica paz”, lo que pasa por “optar siempre por el diálogo, por el respeto a la dignidad de cada ser humano, por la confianza en las enormes posibilidades del pueblo cubano. Con la fuerza del amor que profesamos por Dios y por Cuba, queremos dar una palabra de aliento: ¡No tengamos miedo de emprender nuevos caminos!”.