Coincidiendo con el Jubileo 2025, el sacerdote y teólogo José-Román Flecha Andrés (León, 1941) ha añadido a su prolífica obra dos nuevos títulos: ‘Caminando en esperanza’ (Secretariado Trinitario) y ‘Anclados en la esperanza’ (Narcea). Se trata de sendas reflexiones sobre la virtud teologal menos estudiada, pero más necesaria que nunca para afrontar estos tiempos inciertos. Una esperanza que hay que “pedirla y vivirla, anunciarla y contagiarla”, exhorta al lector quien fuera profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca.

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PREGUNTA.- ¿Podría decirse que la esperanza es la verdadera ancla de la vida cristiana?

RESPUESTA.- La imagen del ancla, que aparece en el logo del Jubileo 2025, se encuentra en la carta a los Hebreos. En la bula de convocación del Jubileo, el papa Francisco dice que “la imagen del ancla es sugestiva para comprender la estabilidad y la seguridad que poseemos, si nos encomendamos al Señor Jesús, aun en medio de las aguas agitadas de la vida” (SNC 25).

Tiempos inciertos

P.- ¿Cómo se mantiene viva la esperanza en estos tiempos de incertidumbre?

R.- Dicen que vivimos en una cultura líquida o, tal vez, gaseosa. Hemos perdido la memoria y no tenemos proyectos. Estamos flotando en un presente escurridizo. No es extraño, por tanto, que vivamos en tiempos de incertidumbre, si hemos rechazado la certeza. Solo la verdad nos hará libres.

P.- ¿Estamos preparados los cristianos para “dar razón de nuestra esperanza”, como nos pide el apóstol Pedro?

R.- Al igual que la fe y la caridad, la esperanza es un don divino y una tarea humana. Hemos de pedirla y vivirla, anunciarla y contagiarla. La razón necesita la fe y la fe necesita a la razón. Lo mismo se puede decir de la esperanza. El Concilio asumió una espléndida frase de Teilhard de Chardin: “El porvenir de la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar”. Si no estamos preparados, necesitamos prepararnos. (…)

P.- ¿Qué espera del Jubileo que estamos celebrando?

R.- Me gusta releer el poema de Charles Péguy, en el que Dios se asombra ante la niña esperanza, que orienta y arrastra a sus dos hermanas mayores. La esperanza es juguetona y traviesa. Es también virginal: no se casa con las “esperanzas” que nos venden cada día. La niña esperanza “atravesará los mundos”. Espero que el Jubileo nos ayude a superar los pecados de la presunción orgullosa y de la desesperanza, apática y agresiva, como ya decía Erich Fromm; y que nos ayude a cambiar los “signos de los tiempos” por los “signos de la esperanza”, como desea el papa Francisco.