Los cinco cardenales de Juan Pablo II que pueden convertirse en el próximo papa

Se trata del francés Philippe Barbarin, el croata Josip Bozanic, el bosnio Vinko Puljic, el húngaro Péter Erdö y el ghanés Peter Turkson

El cardenal Peter Turkson, prefecto de la Congregación para el Desarrollo Humano Integral Ghana

Pese a cumplirse el pasado 2 de abril 20 años de la muerte de Juan Pablo II, el cónclave que se celebrará en los próximos días y que elegirá al sucesor de su sucesor, Francisco (por cierto, creado cardenal por el pontífice polaco), aún contará con cinco purpurados designados en su día por Wojtyla: se trata del francés Philippe Barbarin, el croata Josip Bozanic, el bosnio Vinko Puljic, el húngaro Péter Erdö y el ghanés Peter Turkson.



Philippe Barbarin

En el caso de Barbarin, estamos ante una figura paradigmática. En los cónclaves que eligieron a los sucesores de Juan Pablo II y Benedicto XVI, su nombre sonó con fuerza y no parecía descabellado que saliera de ellos vestido de blanco, pues era una de las cabezas más valoradas de una Iglesia con un evidente peso histórico, como la francesa.

Pero, en los últimos años, ha estado en entredicho por su papel, siendo arzobispo de Lyon, en el caso protagonizado por Bernard Preynat, sacerdote de su diócesis al que se condenó como culpable de numerosos casos de abusos en los años 80 y 90. Pese a que Barbarin siempre se declaró inocente de conocer y encubrir la conducta de su pastor, en una primera instancia fue condenado por ello a seis meses de prisión. Sin embargo, en 2020, su apelación prosperó y fue absuelto. Finalmente, un año más tarde, la Corte de Casación analizó el recurso en su contra de un nuevo grupo de víctimas y llegó el veredicto final exculpatorio.

El papa Francisco, con el cardenal arzobispo de Lyon, Philippe Barbarin

En medio de este proceso, Barbarin, para no dañar la imagen de su Iglesia local, le presentó sus veces su renuncia a Francisco. Este se negó a ello y le mostró su confianza en él, aunque a final accedió a su petición y, en marzo de 2020, se la aceptó. Desde entonces, vive retirado y ejerce como capellán en un convento en Rennes.

Hace unos años, el purpurado galo quiso abrir su alma en el libro ‘En mon âme et conscience’ (‘En mi alma y en mi conciencia’), en el que reconoce que vivió una experiencia que le dejó “espiritualmente destrozado”. Así, aunque admitió que pudo cometer “errores”, pues tuvo en su seno, sin saberlo, a todo un depredador sexual, lamenta que “algunas personas, a pesar de mi absolución, continúan mezclando las cosas y se niegan a reconocer los hechos”. Algo que ya “le sucedió a Jesús y a muchos discípulos después de él”.

Josip Bozanic

Bozanic, arzobispo emérito de Zagreb, ha sido la cara más visible de la Iglesia croata en las últimas décadas. Ordenado sacerdote en 1975, en 1989 fue consagrado obispo de Krk. En 1997 ya se convirtió en el pastor de la Iglesia metropolitana, permaneciendo en la capital hasta 2023, cuando presentó la renuncia un año antes de lo establecido, con 74 años, y Francisco se la aceptó inmediatamente, siendo sucedido por su coadjutor, Drazen Kutlesa.

Entre 1997 y 2007 fue presidente del Episcopado croata. En 2003, Juan Pablo II le hizo cardenal, por lo que ya votó en los cónclaves de 2005 y 2013. Como vicepresidente del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa, siempre tuvo un discurso europeísta. Lo que a veces no fue bien entendido por las fuerzas más identitarias y nacionalistas de su país.

El cardenal croata Josip Bozanic

Francisco confió en sus dotes de gestión en lo económico, como demostró en 2015, cuando le incluyó en la Comisión Cardenalicia de Vigilancia sobre el IOR (Instituto para las Obras de Religión), que durante el pontificado de Bergoglio ha sido rigurosamente depurado. Algo que el propio Bozanic demostró en su país en 2018, cuando apartó a Mijo Gabrić, entonces máximo responsable de la administración económica del Episcopado croata, destapando que, durante sus 15 años de gestión, se habían malversado bienes por un valor de 50 millones de euros.

Vinko Puljic

El cardenal Puljic, arzobispo emérito de Sarajevo, será el purpurado más veterano de los que entren en el cónclave, pues cumple los 80 años el 8 de septiembre. De hecho, como el cardenal Antonio Cañizares, llegó a anunciar su renuncia a participar en la elección papal por motivos de salud, aunque, horas después, anunció que finalmente se desplazaría a Roma.

El 6 de enero de 1991, en San Pedro, recibió la consagración episcopal para dirigir la Diócesis de Vrhbosna directamente de Juan Pablo II. En pleno estallido de la Guerra de los Balcanes, su territorio acabaría obteniendo la independencia de Croacia y dio lugar a la actual Bosnia y Herzegovina, con su capital en Sarajevo. Y ahí fue donde residió un Puljic que, en ese complejo contexto, centró su acción en la atención eclesial de miles de refugiados, clamando siempre por los derechos humanos de los más indefensos.

El cardenal bosnio Vinko Puljic

En 1994, Wojtyla le reconfirmó su confianza en él y le creó cardenal. Tras participar en las de 2005 y 2013, esta será la tercera elección papal de quien, durante décadas, fue la cara visible de la Iglesia bosnia, siendo varias veces presidente de su Episcopado. Es emérito desde 2022, cuando le fue aceptada la renuncia.

Peter Erdö

El de Erdö, a sus 72 años, es uno de los nombres que más suenan en las quinielas de papables estos días. En ciertos ambientes eclesiales se le presenta como “el candidato más factible” del “sector más tradicionalista”, entendiendo que sus genuinos representantes, como Raymond Burke, Gerhard Ludwig Müller o Robert Sarah, que se han mostrado extremadamente críticos con el pontificado de Francisco, no tienen tantas opciones al levantar suspicacias entre la inmensa mayoría de purpurados que entran al cónclave y que han sido elegidos por Bergoglio.

Arzobispo de Esztergom-Budapest, primado de Hungría y presidente de su Episcopado, estamos ante el indudable referente eclesial en un país que, presidido por Viktor Orbán, encarna en el seno de la Unión Europea su identidad más nacionalista, identitaria y conservadora.

Cardenal Peter Erdö

A nivel pastoral, eso tuvo un reflejo en 2023, cuando el Vaticano aprobó la declaración ‘Fiducia supplicans’, que proponía emitida bendecir individualmente a parejas “en situación irregular”, como los divorciados, los convivientes sin casar y los homosexuales. En un comunicado, la Conferencia Episcopal de Hungría, presidida por Erdö, matizó que el documento de Doctrina de la Fe “no cambia la creencia y la enseñanza perenne de la Iglesia católica sobre el matrimonio y la moral sexual”.

En consecuencia, aunque se admitía que sus sacerdotes sí podían “bendecir a todas las personas individualmente, independientemente de su identidad de género y orientación sexual”, se apostillaba una clara advertencia: “Siempre deben evitar la bendición común para las parejas que conviven en unión no matrimonial, en un matrimonio que no es válido en la Iglesia o que viven en una pareja del mismo sexo”.

Con todo, Erdö jamás se enfrentó a Francisco y siempre fue un hombre que buscó consensos y puentes de entendimiento, en lo eclesial y en lo social. Un pragmatismo que, a buen seguro, se forjó en su juventud, cuando su familia padeció la hostilidad del régimen comunista de su país por su identidad católica.

Hombre de confianza de Benedicto XVI, con Bergoglio también ha tenido puestos de gran responsabilidad en el Vaticano. El 14 de octubre de 2013, a los seis meses de ser elegido papa, Francisco le nombró Relator General de la III Asamblea General Extraordinaroa del Sínodo de los Obispos, que se celebró del 5 al 19 de octubre de 2014 en torno a ‘Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización’. En octubre del siguiente año, cuando el Sínodo volvió a reunirse, se mantuvo como Relator General. ​

Peter Turkson

Si hay un cardenal africano próximo a Francisco, ese es el ghanés Turkson, nacido en el seno de una familia interreligiosa (su padre era católico y su madre metodista, teniendo además mucha relación con un tío musulmán). Figura prominente en su país, en 1993 ya fue designado por Juan Pablo II como arzobispo de Cape Coast.

Hombre de diálogo y consensos, en su día se reconoció que su papel fue clave a la hora de calmar la grave tensión existente en su país tras las elecciones de diciembre de 2008, cuando ningún candidato obtuvo la mayoría suficiente para gobernar. Cinco años después, en 2003, Wojtyla le premió con el cardenalato.

En 2009 ya tuvo que instalarse en Roma, pues Benedicto XVI le nombró presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz. Del mismo modo, Bergoglio, en 2016, le ofreció su confianza al designarle prefecto del recién creado Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Permanecería en el organismo hasta 2022, cuando el Pontífice argentino le convirtió en canciller de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales y de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales.

El cardenal Peter Turkson, en la Universidad Pontificia Comillas

Fruto de su talante abierto e integrador es su alineamiento con la tesis de Francisco (no compartida por muchos obispos y hasta cardenales en África, que no se han posicionado al respecto) por la que, como manifestó en una entrevista con la BBC en 2023, “la homosexualidad no debería considerarse un delito penal”.

En un contexto, el africano, en el que en varios países (incluido el suyo, Ghana, en el que este es un debate abierto) se persigue a los homosexuales con la cárcel, para Turkson es esencial “una mayor comprensión del tema” y una apuesta “por la educación” para que “la sociedad distinga entre lo que constituye un delito y lo que no”.

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